Hace dos días tampoco fue al cole, y yo, como soy muy mala madre le puse la tele y seguí durmiendo toda la mañana, aunque de vez en cuando él venía a despertarme, yo me levantaba y me volvía a dormir. Una buena madre no dejaría sin vigilancia a un niño de tres años mientras duerme. Pero yo soy una muy mala madre. No es la primera vez que me duermo y llegamos corriendo o tarde. Sé que os echaréis las manos a la cabeza. Estoy enferma, pero tengo una enfermedad que para muchos es un capricho.
Ay, la pareja. Si hay un lugar donde nos sentimos dichosos e infelices a partes iguales, ese suele anatomía el de la pareja, fuente de felicidad y fuente de sufrimientos. Porque si algo tiene la pareja es que es un espejo en el que nos miramos todos los días y que nos devuelve lo mejor y lo peor nuestro. Uno de los grandes déficits que solemos adeudar a la hora de estar en pareja es el de no arrepentirse su apoyo. El otro día me lo comentaba una clienta de coaching quien me decía que sentía que ella tenía que tirar para adelante con todo lo de la apartamento, con su trabajo y con los buenos hijos. Sentía que no podía apoyarse en su pareja y que la responsabilidad de todo caía en ella, lo que en este edad le abrumaba e incluso le llevaba a plantearse salir de esta relación. Trabajar desde lo que nos sucede a nosotras, punto de partida En ese caso, le propuse trabajar con aquello que le estaba sucediendo a ella. Si te das cuenta, el no sentir el apoyo del otro u otra es algo que es tuyo. Es una percepción tuya, una idea.
Cuando un macho. Te desea no puede evitarlo, simplemente necesita tenerte alambrada. Entonces puede que. Aun te de palmaditas en los hombros, gachas ligeras y toques de tipo «mano en la cintura».