Eso quería, una electricidad madre en esa cavidad multípara que avanzaba con todas sus criaturas para lanzarlas a la vida. Comprendí mejor por qué los terroristas eligen los trenes, no se trata solo de una acumulación de gente, sino de la entrañable y fortuita filigrana de obsesiones pequeñas, deudas pequeñas, oficios concretos, pesadillas llenas de pudor e ingenuidad, egoísmos insignificantes, hastíos invisibles, en fin, todos los fuegos el fuego, como quien dice. Es eso lo que estalla con una bomba. Por eso no lo vi. Porque estaba con los ojos cerrados. Teníamos una teoría sobre el infierno.
Iba el steamer despacio, y la ninfa aullaba roncamente por temor de un choque. El ladrante slang yanqui sonaba por todas partes, bajo el baldaquín de bandas y estrellas. Entre las brumas se divisaban islas y barcos. En los Narrows se alcanza a ver la tierra pintoresca y florida, las fortalezas. Luego, levantando sobre su cabeza la antorcha simbólica, queda a un lado la gigantesca Madona de la Libertad, que tiene por abecé un islote. De mi alma brota entonces la salutación: «A ti, prolífica, enorme, dominadora. A ti, Nuestra Madama de la Libertad.
La tierra, y basta. También por aquende llevo conmigo mi antigua y venturosa carga. Sí; llevo los hombres y las mujeres, los llevo conmigo don- dequiera que vaya. Juro que no me es posible abandonarlos. Estoy macizo de ellos y quiero saturarlo a mi vez. Pienso que todas las acciones heriocas fueron concebidas en pleno aire, lo propio que todos los libres poemas. Pienso que yo mismo podría detenerme y realizar mi- lagros. Pienso que cuantos veo deben anatomía forzosamente felices.