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Amores

«No me digas que los tiempos de Dios son perfectos»: Reflexiones sobre la soltería

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Respuesta a la pregunta acerca de las relaciones sexuales en el matrimonio. En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno le sería al hombre no tocar mujer; pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido. En cuanto a las cosas de que me escribisteis: El capítulo siete comienza una sección donde Pablo trata con preguntas específicas hechas a él en una carta por los cristianos corintios. Esta fue probablemente una afirmación hecha por los corintios cristianos, quienes estaban pidiendo a Pablo que estuviera de acuerdo. Pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido: A la luz del peligro de la inmoralidad sexual siempre presente en la cultura corintia — y la nuestraes apropiado para el esposo y la esposa que tengan el uno al otro en un sentido sexual. El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido. La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. Mas esto digo por vía de concesión, no por mandamiento. En lugar de al hombre no tocar mujer, dentro del matrimonio, un esposo debe cumplir con la mujer el deber conyugal.

Esa fuerza poderosa es el impulso venéreo. El deseo de tener relaciones sexuales es algo que Dios creó dentro de nosotros. No es sucio tampoco malo. El deseo sexual fue abstracción de Dios—no nuestra. El creó esas hormonas dentro de nosotros que hacen que el sexo opuesto nos atraiga. Las relaciones sexuales, como las diseñó Dios, son hermosas. El impulso venéreo no es pecaminoso, pero Dios nos dice que debemos controlar ese ambición. El ha declarado muchas veces en la Biblia que debemos mantenernos puros y debemos guardar nuestro cuerpo para la persona con la que un día nos casaremos. El impulso venéreo se puede comparar al hambre.

No se trata de seguirla como poco inalcanzable a veces, ni tampoco confiar a que llegue. Y, en momentos de la vida dejarte llevar con confianza por el conductor principal, Deidad. Al primero al que tienes que escuchar y seguir es al Él. Pero si así fuera, seríamos unos simples «cumplidores de comandos». Nos acompaña, nos aconseja, nos corrige y nos consuela.

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